Soy como el viajero errante, sin rumbo
que se abre paso en los inciertos laberintos
y entre los tristes heraldos
que desaparecen al paso de los días que no estás.
Pido a gritos sin decibeles
que esta intermitente melancolía se ausente
por los siempres de los siempres
y me deje ser lo que no he sido y no he sabido ser
y ansío conocer para al fin ser lo que deseas que
sea.
Aunque preguntes y urges en lo hondo de mi mirada
que no dice nada porque no tiene mucho que decir
solo esas palabras que no aceptaste con el mismo furor
con que coronó aquel atardecer olvidado,
no por ello te juzgo
nada tengo y nada soy para apuntar a un inocente
quizás sean ciertas las palabras del Gran Benedetti
la culpa es
de uno cuando no enamora
porque no puse atención a los detalles
porque mis detalles son más sencillos y más profundos
que cualquier tangibilidad que mis labios puedan verter
en ti
porque sólo entregarte mi mirada me
basta
para que mi rostro inerte se surque en curvaturas
dichosas
que despiertan destellos inminentes de eso que
llamamos felicidad
eso es lo que importa
al final del día y de la vida el fin justifica los medios
solo que el fin no se alcanza con los medios que
arrastra el propio ego
ni siguiendo el boceto sedimentado con los años
de cómo debe ser la realidad que intentamos construir
sería mejor hacer nuestro propio camino.