No te
entregues a los tumultuosos abrazos de la tristeza
que
melancólico agobio movedizo no perdona.
No te
entregues al titubear de la agonía
ni a los
incesantes que desmenuzan tu alma incompasible.
Echa a un
lado y no caviles en esos lóbregos atajos
que conducen
a un desdén irretornable.
Levanta tus ojos hacia ese rayo de luz que los cobardes rehúyen
mira al
frente donde los ancianos pintan con panaceas arco iris
y prometen
ollas rebosantes de oro que jamás encontrarás.
Por
último, si tus fuerzas cesan al enésimo paso
y te
extravías por algún tenebroso sendero
¡Yo te
encontraré!
o sea dicho de mejor modo
¡Me encontrarás!
en algún umbral
recóndito
y me rescates
porque mi aliento se
agota.
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