Me detuve en mi narciso camino
para oír con la atención de una garza
y masticar una a una esas palabras.
Sentí el abrazo del calor agudo
y la compañía mal merecida.
Cambié mi rumbo hacia el misterio,
deseché una vida y hasta sus recuerdos,
seguí la luz que guiaba un sueño
¡Tan iluso y desganado!
Rehíce nuevos pasos para alcanzar el fruto,
abandoné las cargas para intentar de nuevo.
Sentí las fuerzas pero me hice débil
y en mi debilidad me dejé caer,
pero nadie volvió hacia mí su mirada.
La luz que seguía marchitó mis flores
y aunque mis ojos avivarlas intentaron
una y otra vez
¡UNA Y OTRA VEZ!
era tarde,
la amargura había estragado todo.
Hoy tropiezo en la umbra con mi cuerpo tieso,
cuando en el horizonte un nuevo sol florece,
que acaria mis desdichas y tormentos,
justo ahí, sentí el beso del engaño.
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