Siento el terciopelo de tu tez
y el firmamento de tus manos.
No somos niños, ni chicos pequeños
aunque mi pecho late por vez primera.
Me siento infanta aunque mis años exceden,
la inocencia vuelve con el paso del amor,
y comienzo a ser la niña de tus ojos
mientras los juegos y risas se hacen inmaduros.
Desenredamos nuestras vidas concubinas
para comer de la fruta prohibida
esa que nació en el momento incorrecto
en dos pechos indispuestos
que se perdieron en el mástil de los años.
y el firmamento de tus manos.
No somos niños, ni chicos pequeños
aunque mi pecho late por vez primera.
Me siento infanta aunque mis años exceden,
la inocencia vuelve con el paso del amor,
y comienzo a ser la niña de tus ojos
mientras los juegos y risas se hacen inmaduros.
Desenredamos nuestras vidas concubinas
para comer de la fruta prohibida
esa que nació en el momento incorrecto
en dos pechos indispuestos
que se perdieron en el mástil de los años.
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